miércoles, 1 de mayo de 2024
Sírvete gasolina en vasitos de cuartito.
Dice mi papá: Oye mija, ya casi no tenemos gasolina.
Estamos en una carretera con rumbo al norte del país aparentemente, voy con Rosita. Encontramos un vendedor de gasolina clandestina, el vato me da un vasito de plástico y una manguera, vaya, fue una tortura llenar el gol con 50 litros con un vasito de plástico, le pagamos al señor, y seguimos con nuestro camino.
Empieza a caer el sol, "Oye Pa, déjame manejar a mi por favor", no le iba a decir que no ve bien de noche, por que con lo terco que es iba a aferrarse al volante, "ándale, déjame a mi, me gusta mucho", para mi sorpresa jaja soy un pésimo copiloto y nos llevé a Yucatán, no se cómo después de tantos años siguiendo el sol no me di cuenta que íbamos a otro lado, viendo el mapa decidimos acercarnos al mar. Un atardecer de colores rosas, rojos, amarillos y azules, el brillo del sol brillaba como espejismo, como en las películas de desierto que parece que ponen el sol en una lupa y te hacen hacer bizcos jajaja, el sol rojo, había muchos edificios altos, y de fondo el mar. "No vamos a alcanzar a llegar a la casa, alguien que le marque a mi mamá".
"Hola Carola!", Fran llegó a la casa puntual, pasamos a la casa, nos acostamos en mi cama "ay Fraaaaan", me levanté en chinga para sacar de su escondite los tarros alemanes de mi papá, tenían fecha de 1945, esa fue una decepción por que mis historias de los tarros era que habían sobrevivido mínimo una guerra, empieza chipi chipi y mi mamá saca un vestido para contarnos una anécdota, que ese vestido fue mío y lo estaba planeando reutilizar la tela para otro, por alguna razón que no recuerdo nos salimos a la calle y nos refugiamos bajo el ficus que está a la vuelta de la casa. Lo que ya no tengo claro es que si fue primero la visita a mi casa o a la escuela, en la escuela se quedó Fran en el auto y la Rosita y yo nos pasamos a algo, bueno, ya todo es borroso.
domingo, 21 de abril de 2024
Y así.
Hoy quería tener una cita conmigo misma pero te encontré a ti, te encontré en el señor que estaba atando el periódico en Ezequiel Montes, te encontré en las buganvilias de la calle Suárez, te encontré en mi jugo de naranja que me sirvieron en vasito pequeño, te encontré en mi cuarta enchilada, te encontré en el peso de mi mano sin tu mano, te encontré en una papelería por la historia del tío Jaime, te encontré en la banca del jardín Guerrero y en su fuente, te encontré en Catedral, te encontré en mi terquedad de el orden de las calles, te encontré en mi risa cuando me di cuenta que estaba equivocada, te encontré en el aroma a pay de limón y te encontré en el roce de mis muslos.
lunes, 15 de abril de 2024
Pocos...
Cuando escribí esto la primera vez, Carolina estaba rota, ahora, se mantiene, pero va resurgiendo nuevamente y para los que saben, es la razón por la que estoy aquí... escribiendo lo poquito que tengo para compartir, recuperándome de una dieta, porque aquí se cocinaba con amor... pero se cocinaba poco, a veces quemaba, algunas otras sabía amarga.
Ahora duermo descalza, duermo con la puerta abierta y con la casa en penumbra, ya no le tengo miedo a despertarme en la madrugada aunque hubo ocasiones en que la razón por la que me despertaba era porque la cama se quedaba vacía, ahora prefiero salir a fumar y dar la vuelta en mi carro con la música a todo volumen, lo que debería recordar con cariño... punza, sigue sin gustarme el mole, se agrega a la lista otro libro que no he podido terminar, pude ser ingeniera y la dejé trunca, fui al psicólogo, odio saber que cambié mis principios, entretengo mi mente con acuarelas... Carolina, la aventurera, sigue viva en mi interior, lista para enfrentar nuevos desafíos y dejarse sorprender por la vida. Estoy aprendiendo a cocinar de nuevo con flama baja, pero así como aprendí primero a correr y luego a caminar, estoy segura que terminaré aventando todo a un wok, dejando que la flama alcance mis manos.
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