Odio el cuadro de lobo que cuelga de mi pared, odio mis postales, odio las estrellas que brillan en mi cuarto al apagar la luz, odio el póster de Batman, odio el sabor de la coca-cola, odio el espacio vacío de las fotos que adornaban mi cuarto, odio las fotografías que no tengo el coraje de borrar, odio la música que guardo en mi celular, odio el olor a lluvia, odio el frío, odio esa manía de inflar los cachetes para no llorar, odio el juguito de manzana, odio mis videojuegos sin terminar, odio las películas de acción, odio mi colección de LEGO, odio mis libros, odio mis películas, odio Halo, odio ese estúpido oso gris, odio éstas incontrolables ganas de llorar, odio mis botas, odio la pizza, odio mis discos de foo fighters, odio el frío de mis pies, odio mi insomnio, odio la falta de apetito, odio pasar cerca de su casa, odio mi gato, odio la ausencia de las perritas, odio que me eliminara de su vida, odio el único desayuno que hay en mi casa, odio las estrellas fugaces, odio a los muñecos de nieve, odio los buenos días, odio el centro de esta bella ciudad, odio el olor a tacos, odio la forma en que me convertí en su amiga, odio las motos viajeras, odio cuánto carbón, odio Guadalajara, odio todas las fotos que imprimí, odio las mariposas en la panza mientras escribo esto, odio extrañarlo, odio mi torpeza, pero lo que más odio es el amor que siento y no desaparece, que sigue aquí a pesar de que está con alguien. Que todo terminó. Dejo las entradas pasadas no por que viva en el pasado, es por que una cicatriz queda y es cuestión de cada quién que se siga abriendo la cicatriz como hijo de primos que a veces la gente es y se vuelven a abrir la pinche herida o simplemente dejar como recordatorio de las cosas que puedes corregir en el presente en el que se vive.
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